Si bien no soy partidario de creer que el cliente siempre tiene la razón, en algunas cuestiones, es él quien tiene la prioridad. Como el tiempo que nuestros (potenciales) clientes nos regalan [1] es limitado, debemos aprovecharlo. Una de las formas que tenemos de hacer esto es llegar a tiempo, o mejor antes si podemos, para poder hacer todos los rituales de preparación tranquilos (encontrar el lugar, configurar todo, verificar conexiones, poner presentación, etc.). Sí, puede ser que el cliente se demore y, a menos que sea algo recurrente sobre lo que debamos hablar o establecer acuerdos a futuro, tendremos que ser pacientes, aceptar las disculpas y avanzar hacia adelante. Ser puntuales muestra nuestro profesionalismo y nos da tranquilidad para arrancar la conversación de la forma que nosotros queremos. Pero también evita que el cliente se fastidie. Por las dudas aclaro, puede pasar que un cliente llegue a vernos de mal humor, apurado o fastidioso. Ser puntuales evita que se ponga así p...